Libertinaje Digital

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La vergüenza nacional

Inesperadamente, aquello que le sujetaran a ambos cuernos se enciende con un brillo enceguecedor. La víctima se sobresalta y empieza una carrera por escapar de aquel horror, no puede comprender que lo lleva consigo. Los cuernos se calientan horriblemente, trasmitiendo su calor al enloquecido cerebro del animal que, ante estos sucesos tan extraños se derrumba en el suelo, víctima de un paro cardiaco.

La multitud grita decepcionada.

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Los pequeños depredadores le rodean por todas partes. Ella intenta escaparse de ellos, pero algo sujeta sus cuernos. Las pezuñas le sangran de tanto golpear aquel suelo extrañamente duro. Docenas de pequeños depredadores sujetan las ataduras de sus cuernos, obligandola a embestir dolorsamente contra las farolas. Los pequeños depredadores corretean a su alrededor. El pánico se adueña de ella al comprender que no puede alcanzarles ni huir de ellos.

La golpean. Juegan con ella. Sólo desea que la dejen en la paz de sus pastos. De pronto, las cuerdas le arrastran hasta una gran cantidad de agua que no había visto. La vaquilla cae con estrépito a aquellas aguas sorprendentemente saladas y sale boqueando y nadando con dificultad entre los gritos y las risas de sus pequeños depredadores. Los músculos del animal, agotados por la carrera, apenas pueden mantener su cabeza sobre el agua. Después de unos agónicos minutos, un grupo de aquellos depredadores le agarrarán y le arrastrarán otra vez a tierra… Otro día volverán a empezar.

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La sangre empapa su lomo, brotando de media docena de heridas. Sus ojos reflejan el terror y suplican piedad, pero aquellos depredadores no van a apiadarse de él. Lo sabe.

Un veloz movimiento ante sus ojos y, por enésima, vez se lanza con rabia, con desesperación pero aquel depredador es habil en el engaño y, de nuevo, sólo embiste al vació. Los predadores vuelven a revolotear sobre él. Son muchos y muy diferentes, los hay muy rápidos que le hieren sobre el lomo y cuando trata de alcanzarles se esconden tras unas maderas. Los hay que le muestran donde están pero luego se transforman en una tela blanda que él embiste inutilmente. Los hay grandes y de cuatro patas que le hieren misteriosamente pero tienen la piel demasiado gruesa para que sus cuernos puedan dañarles…

Luego hay otros. Están por todas partes. Él no les ve, pero puede oírles, puede olerles, están ahí, cientos, miles de ellos. Gritando, asustándole, esperando a su muerte. Ha intentado huir, pero no hay donde. Están en un lugar cercado, no hay salida.

Uno de los depredadores se planta delante de él. lleva algo brillante y largo en la mano. Los demás callan. Él embiste de nuevo, con la esperanza de, por fin, alcanzarle. Pero nuevamente se escapa y un dolor agudo, quemante, se introduce en él desde la nuca. El animal da unos pasos, respirando con dificultad, la saliba goteando de su boca abierta. Su corazón late aterrado, pero su pequeño cerebro comprende lo que está sucediendo. La muerte, como aquel depredador que siempre se esfumaba,es esquiva. Una multitud cruel vocifera su agonía. El animal da unos pasos intentando mantener el equilibrio. No lo consigue.

Un caballo lo arrastrará fuera, dejando tras él el reguero de su sufrimiento.

miércoles, 8 octubre 2008 Posted by | Sociedad | , , , , , , | Deja un comentario