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Las curiosas aventuras de un castellanohablante en Cataluña

La casualidad quiso hacerme nacer y crecer en Asturias. Un día recibí una oferta para irme a trabajar a Barcelona, una ciudad que no conocía más que de oídas. Ya antes de hacer la maleta todo el mundo me advirtió lo que podía encontrarme «te van a hablar sólo en catalán», «al principio bien, pero luego sólo ascienden los catalanes», «los catalanes son muy suyos».

El caso es que, ¿para qué negarlo?, yo me asusté un poco y ya fui a Barcelona pensando lo que me podría encontrar… Por si fuera poco, nada más empezar me ponen como compañero a un chico de ideas idependistas bastante radicales.

¿Y sabéis lo que me pasó?

Pues nada. Simplemente nada. Resultó que mi compañero de trabajo por muy catalán (y catalanista que fuera), era un cielo de persona que me ha ayudado una barbaridad a encontrarme bien aquí en Barcelona. Resultó que el hecho de no hablar catalán no significó ningún inconveniente en un entorno en el que todo el mundo entiende el castellano. Resultó que en mi empresa hay bastantes personas no catalanas y, encima, resulta que sus cargos dependen mucho más de su capacidad que de su lugar de nacimiento.

Sorprendido ante tanta normalidad, no pude dejar de comentarlo en casa… Que los catalanes xenófobos en Barcelona pueden contarse con los dedos de una mano. Que incluso los independistas son minoría. Que el castellano y el catalán conviven en perfecta armonía… principalmente por la infinita paciencia de los catalano-hablantes. Que los nacionalistas catalanes son los únicos nacionalistas que conozco que consideran que es catalán aquel que vive y trabaja en Cataluña.

Yo pensaba que mis conocidos, amigos y familiares se sentirían alegres de ver sus peores temores desmentidos… No podía esperarme que se sintieran decepcionados al ver que yo no reforzaba sus prejuicios. Ante ellos se encontraba un terrible dilema, si yo tenía razón lo que ellos creían sobre una Cataluña de la que no sabían nada, debía ser falso. Si no, tendría que ser yo el equivocado. La mayoría de ellos llegaron a una sencilla conclusión: yo era víctima de una especie de síndrome de Estocolmo o algo así.

La verdad es que yo no lo acabo de entender, pero parece ser así. Una persona tiene una serie de prejuicios sobre una tierra que no conoce, viene alguien, supuestamente, debía ser de su confianza, le explica que las cosas no son así y…. ¿llega a la conclusión de que a esa persona le han comido el coco? cada vez entiendo peor a las personas.

Pero lo peor llega cuando uno empieza a razonar sobre el tema. Entonces empiezan a surgir los argumentos absurdos y las discusiones sobre graves problemas que en Cataluña no preocupan a nadie (ni si quiera a los castellano-hablantes):

Se habla de la persecución del castellano por cosas como la obligación en rotular en catalán apesar de que esto no es algo que afecte de ninguna manera al idioma de Cervantes (nadie impide que se rotule también en castellano).

Se habla de que la gente te habla en catalán a no ser que les expliques que no lo entienden… ¡como si tuvieran que saber automáticamente que idiomas entiende cada uno!.

Se habla de esa famosa tienda donde el tendero se negó a contestar en castellano y que debo tener mucha suerte porque yo nunca la he visto, apesar de que todo el mundo que pasa un único día en Barcelona se la encuentra.

Se habla de los niños que no entienden el castellano porque en la escuela se habla casi siempre en catalán, como si la televisión, los libros, los cómics, las revistas, los videojuegos o el cine (casi siempre en castellano) no tuvieran ninguna influencia sobre nuestra juventud.
Ninguno de los argumentos que se me han ocurrido han podido convencer más que a una o dos las personas con las que he hablado. Intento explicar que el castellano siempre está en ventaja con respecto al catalán y que las maniobras de la Generalitat están destinadas a impedir el retroceso del catalán, no a destruir el castellano. Que el catalán siempre es mucho más generoso que el castellano, ahí donde hablan cinco personas en catalán de pronto llega alguien hablando en castellano y todo el mundo empieza a hablar en castellano.

Para mantener el saludable estado de bilingüismo actual en cataluña, es necesario apoyar al catalán, el castellano (para su fortuna) no lo necesita.

Al final, uno se queda pensando que el problema es exactamente el contrario que nos están contando. Ante una generosidad infinita por parte de los catalano-hablantes, que aceptan hablar tu lengua en su tierra, tenemos una enorme intransigencia por parte de muchos castellano-hablantes. Con excepciones, yo no creo que ningún catalano-hablante quiera que se deje de hablar el castellano, de hecho la mayoría se sienten contentos de comprender una lengua que es compartida por cientos de millones de personas. Lamento sospechar que el deseo oculto de muchos castellano-hablantes es el de ver destruido el catalán.

Así que yo, que no hablo todavía catalán, debo reconocer que si existe un deseo oculto de agresión lingüística es hacia el catalán. Y si existe un posible agresor, es el castellano. Desde luego, a mi egoistamente me beneficiaría que todos los catalanes hablaran mi lengua materna, así que no creo que tenga ningún motivo para sostener esta opinión más allá que el respeto hacia la verdad.

Será que padezco del síndrome de Estocolmo.

viernes, 12 septiembre 2008 Posted by | Política, Sociedad | , , , , | 2 comentarios